CASA BALCANES
  Cultura   Albania 04/07/2013

El cine albanés

Autor: Albert Lázaro-Tinaut

La cinematografía albanesa, muy poco conocida más allá de la propia Albania y los países albanófonos vecinos, tiene la curiosa característica de ser una de las más antiguas de Europa, ya que las primeras noticias que se tienen de proyecciones cinematográficas son de 1897, apenas dos años después de que los hermanos Auguste y Louis Lumière comercializaran el cinematógrafo, esa invención de un olvidado Léon Bouly patentada en 1892. Conviene tener en cuenta, sin embargo, que el concepto de “albanés”, en aquella época, superaba los límites de la actual República de Albania, por lo que esos incipientes intentos deben relacionarse con una región más amplia, mayoritariamente albanófona, sometida hasta la segunda década del siglo XX al Imperio otomano.

Los hermanos Manaki

Fueron dos inquietos hermanos de origen greco-arumano, Janaq (1878-1954) y Milto (1882-1964) Manaki*, quienes, instalados en Manastir [o Monastir] (nombre por el que era conocida en aquel entonces la actual ciudad macedonia de Bitola), consiguieron durante un viaje a Londres una primitiva cámara con la que filmaron, además de los paisajes de la región, el primer documental que se incluye en la historia (oficiosa u oficial) de la cinematografía de Albania, Tjerrëset (literalmente, ‘Hilandero’, 1905, atribuido a Milto), y un importante acontecimiento histórico para la cultura albanesa, el Congreso de Manastir (noviembre de 1908), en el que se estandarizó el alfabeto albanés a partir de numerosas variantes del mismo. (Ved aquí algunas secuencias de los filmes de los hermanos Manaki, presentadas desde el punto de vista griego.)

Sin embargo, otras fuentes sitúan las primeras proyecciones de imágenes en movimiento dentro del actual territorio albanés en la ciudad septentrional de Shkodër, donde el destacado pintor, fotógrafo y arquitecto Kolë Idromeno (1860-1939) montó en 1912 la infraestructura necesaria en un centro cultural (por su parte, la ciudad de Korçë reivindica la primicia y la sitúa un año antes, en 1911).

Podrían establecerse cuatro momentos en el cine albanés:

- Las primeras proyecciones públicas y los intentos iniciales de realización de filmes desde la última década del siglo XIX hasta la breve y parcial primera independencia moderna de Albania (1912-1914).

- El desarrollo de la primera cinematografía nacional albanesa, desde la recuperación de la independencia del país (de hecho, como protectorado italiano), en 1918, hasta que su territorio fue ocupado militarmente por la Italia fascista, en abril de 1939. En esta etapa se multiplicaron en Albania las salas cinematográficas, en las que se proyectaba sobre todo cine extranjero (italiano, francés y estadounidense), mientras que la industria nacional se limitó casi exclusivamente a producir documentales.

Se hizo célebre en aquellos años el actor Aleksander Moisiu (Trieste, 1879 – Viena, 1935), de origen albanés pero de nacionalidad austriaca.

- La normalización de la industria cinematográfica, desde la instauración del nuevo Estado comunista albanés (11 de enero de 1946), aunque de hecho desde 1947, cuando la Agencia Albanesa del Cine se convirtió en Sociedad Cinematográfica Nacional de Albania y se crearon, en 1952, de los primeros estudios de rodaje, el Kino-Studio Shqipëria e Re (‘Albania Nueva’) –conocidos popularmente como Kinostudio–, hasta la caída definitiva del régimen estalinista establecido por Enver Hoxha, en 1992. El primer largometraje digno de tal nombre fue la coproducción soviéticoalbanesa Skënderbeu (1953, ver aquí la secuencia inicial), dirigida por el realizador ruso Serguéi Yutkevich y basada en la vida y las gestas del héroe nacional albanés Gjergj Kastrioti, conocido en Occidente como Skanderbeg. Los primeros filmes dirigidos por realizadores albaneses fueron el cortometraje melodramático Fëmijët e saj (‘Sus hijos’, 1957; ver aquí la primera secuencia), de Hysen Hakani (n. en 1932), y el largometraje Tana (1958), de Kristaq Dhamo (n. en 1933), basado en la novela del mismo título del escritor Fatmir Gjata (1922-1989).

- El nacimiento del cine albanés libre de censura en la nueva República de Albania, a partir de 1992 y sobre todo desde que se fundó el Centro Nacional de Cinematografía (Qendra Kombëtare e Kinematografisë, QKK), que dio un nuevo impulso al séptimo arte en el país. Filmes como las coproducciones francoalbanesas Parullat (‘Slogans’, 2001; ver aquí unas secuencias), del realizador Gjergj Xhuvani (n. en 1963), y Tirana viti zero (‘Tirana año cero’; ver aquí un tráiler subtitulado en francés), del mismo año, dirigida por Fatmir Koçi (n. en 1959), abrían puertas prometedoras al nuevo cine albanés.

No se trata aquí de entrar en más pormenores de cada una de estas etapas, muy dispares entre sí, porque lo que presentamos, de hecho, es una entrevista a una de las personas que mejor han conocido la cinematografía de su país –y universal– durante más de cincuenta años: Abaz Hoxha. Aunque él no se refiere explícitamente a ello, hay que tener en cuenta que en la época del totalitarismo comunista sólo se realizaron en la República Popular de Albania filmes que respondían a los postulados del realismo socialista, estrictamente controlados por el poder.

* Se les menciona aquí por sus nombres albanizados: los auténticos, en lengua arumana, eran Ianaki y Milto, mientras que los macedonios utilizan las denominaciones de Yanaki y Milton (Јанаки y Милтон) y los griegos los conocen como Guiannakis y Miltiadis Manákias (Γιαννάκης y Μιλτιάδης Μανάκιας).

Historia del Archivo del Filme de Albania. Entrevista a Abaz Hoxha, fundador y primer director del Archivo y uno de los mayores expertos albaneses en cine

Por Jorida Pasku

Abaz Hoxha, que entre 1973 y 1990 dirigió el Archivo Central del Filme de Albania (Arkivi Qendror Shqiptar i Filmit), nos explica, a sus ochenta años, detalles de la historia de aquella institución que fundó en 1973 y que nadie conoce mejor que él.

–Su compromiso con el cine está estrechamente vinculado a la dirección del Archivo Central del Filme. Explíquenos algo de esa experiencia.

–Cuando llegué al Kinostudio, el archivo parecía más bien un almacén de películas. Había pocas, porque en buena parte fueron quemadas en 1947. Eran, sobre todo, películas extranjeras que nosotros considerábamos “trofeos de guerra”, ya que habían sido capturadas al enemigo. Por otra parte, los rusos se llevaron, de buena fe, una gran cantidad de filmes, pero no nos los han devuelto. En fin, aquello, más que un archivo, era una especie de filmoteca en la que se catalogaban y se conservaban las películas que se habían empezado a producir en Albania a partir de 1947.

En 1962 planteé la necesidad de que el archivo se adhiriera a la Federación Internacional de Archivos Fílmicos, pues no teníamos ninguna experiencia. Después de muchas vicisitudes, al cabo de un año se aprobó la solicitud, y desde 1963 somos miembros de esa organización. Necesitábamos formación, porque no sabíamos cómo había que conservar los filmes, ni qué se tenía que hacer para su mantenimiento, ni siquiera cómo había que organizar un órgano científico responsable de esas tareas y de futuros estudios. Hasta 1966 fui jefe de ingeniería, y luego me transfirieron al sector cinematográfico, donde me ocupaba de la importación y exportación de películas y de seleccionar los filmes extranjeros. Con ese trabajo adquirí mucha experiencia, porque me permitió conocer la cinematografía mundial.

La verdad es que en aquella época se proyectaban pocas películas en los cines, pero acudía mucha gente a verlas. Yo tenía que visionarlas todas para poderlas seleccionar. Trabajé en aquel sector durante siete años. En 1972 estaba muy preocupado por el Archivo, porque sus condiciones eran muy precarias y corría un serio riesgo de incendiarse en cualquier momento.

–¿Cómo se llegó a transformar ese Archivo hasta convertirlo en el que conocemos hoy?

–Publiqué un artículo en el diario Zëri i Popullit [‘La Voz del Pueblo’, el órgano oficial del régimen] en el que decía que aquel Archivo nos podía ser muy útil. Mi idea era que debía concebirse como una institución científica y, a la vez, como una escuela para jóvenes realizadores, ya que el Archivo les permitiría conocer la cinematografía albanesa y extranjera. A raíz de aquel artículo surgió la propuesta de crear un Archivo Nacional con un reglamento permanente aprobado por el ministro. Se instituyó en 1973 y se me nombró director del mismo. Ocupé el cargo hasta 1990. En aquel artículo, además, proponía que en el archivo no debían trabajar personas normales y corrientes, sino gente apasionada por el estudio, críticos que pudieran juzgar los filmes, la creatividad de los realizadores y el trabajo de los actores. Eso no lo conseguí porque, como siempre, quien manda más decide a quiénes recomienda para trabajar donde convenga.

–¿Qué películas extranjeras se conservan en el Archivo?

- Todas las del neorrealismo italiano llegaron a Albania. Ese movimiento surgido en la postguerra, el neorrealismo, era la continuación del realismo poético francés de finales de la década de 1930. Y puesto que narra la situación en la Italia de la segunda posguerra, destruida, empobrecida, con el pueblo destrozado física y mentalmente, esas películas fueron autorizadas para su exhibición en Albania para que los espectadores tuvieran una evidencia de las lacras que afectaban a la sociedad capitalista.

Entre ellas hay películas de Michelangelo Antonioni, Vittorio De Sica, y de todos los grandes nombres del neorrealismo italiano. Hay filmes como Roma ore 11 (‘Roma a las 11’), de De Santis, Ladri di biciclette (‘Ladrón de bicicletas’), de De Sica, que ganó un Oscar... De este director también hay otra gran película, Il tetto (‘El techo’), de 1956. Recuerdo, además, Non c'è pace tra gli ulivi (‘No hay paz entre los olivos’, 1950), de Giuseppe De Santis, interpretada por una de las grandes actrices de aquella época, Lucia Bosè, y otra realización de De Santis, Riso amaro (‘Arroz amargo’, 1949), con la que se dio a conocer otra de las estrellas del cine italiano, Silvana Mangano. El neorrealismo se caracteriza por su sencillez, y muchas de las películas de este movimiento se rodaron en plena naturaleza y con actores no profesionales. En aquella época se hicieron famosas actrices como Gina Lollobrigida, Silvana Pampanini y Sophia Loren.

Por lo que respecta a la importación de películas, al principio nos limitábamos a Italia, Francia e Inglaterra, porque el cine de esos países se aproximaba más a nuestra psicología. Del cine francés llegaron los filmes de algunos representantes de la Nouvelle Vague, y del inglés, sobre todo películas basadas en obras de los grandes escritores británicos que por aquel entonces no estaban censurados, sobre todo Otello y Enrique V de Shakespeare. Llegaron también filmes interpretados por el gran actor inglés Lawrence Olivier.

–¿Y en cuanto al Este, considerando la imposición del cine de aquellos países?

–Al principio se importaban películas rusas: el 90% del cine que llegaba procedía de la Unión Soviética. La ruptura de relaciones con la URSS produjo un vacío en el cine y la vida artística sufrió un gran bajón. Eso suponía un problema político, de modo se que nos obligó a importar nuevamente de Rusia. Primero fueron filmes inspirados en obras de escritores y compositores famosos. Los había del realizador ruso Grigori Chujrái, muy conocido también en Occidente por sus películas La balada de un soldado (1959) y El cuarenta y uno (1956). También se importaron películas de otro director, Mijaíl Kalatozov, y varias realizaciones de famosos compositores rusos. La mayoría de películas importadas procedía de Checoslovaquia y de la Alemania Democrática, países a los que seguían Rumanía, Polonia y Hungría.

–¿Con qué problemas se enfrenta actualnente el Archivo?

–No tenemos un museo del cine, que debería crearse con los trajes, los decorados y otros elementos. Sólo podrían conseguir montarlo personas apasionadas por el estudio, auténticos investigadores, y no gente que considere el Archivo un mero empleo que les proporciona un salario. Además, faltan publicaciones. Deben recopilarse y publicarse todos los materiales relacionados con el cine. Convendría organizar programas mensuales, como por ejemplo “La semana del cine francés”. Las películas no han de quedar encerradas en los almacenes, sino que deberían ponerse a disposición de estudiantes, investigadores y amantes del cine. Sería necesario montar exposiciones con fotografías, carteles, aparatos usados para la realización de las películas, etc. Las posibilidades son infinitas.

Esta entrevista se publicó originalmente, en albanés, en el diario Shekulli de Tirana el 15 de abril de 2010, con el título “Arkivi i mbyllur”. Fue traducida al italiano por Lejdi Dervishi para AlbaniaNews. Esta versión castellana, ligeramente adaptada, es de Albert Lázaro-Tinaut.

Biografía de Abaz Hoxha

Ciudad de origen: Vlorë (Albania).
Año de nacimiento: 1930.
Estudios: Licenciado en Ingeniería electrónica.
Actividades: Hijo de una familia antifascista, participó con trece años, junto a sus hermanos, en la resistencia partisana. Empezó a trabajar como ingeniero de sonido, pero al poco tiempo fue nombrado jefe de ingeniería del Kinostudio, cargo que ocupó durante diez años. Entre 1965 y 1972 dirigió la sección de cine, traducción y distribución de películas del Kinostudio, y entre 1973 y 1990 fue director del Archivo Nacional del Filme de Albania, fundado por él. Profesor de la Academia de las Artes de Tirana, de la Academia del Filme y Multimedia “Marubi”, e investigador de cinematografía, técnica y archivología.
Publicaciones: Más de veinte libros sobre cinematografía: Filmi Artistik Shqiptar 1984 (‘El filme artístico albanés, 1957-1984’,1987), la Enciklopedi e Kinematografisë Shqiptare (‘Enciclopedia de la cinematografía albanesa’, 1999), 100 vjet kinema në trevat shqiptare (‘100 años de cine en el territorio albanés’, 1999), Ne u shkolluam në Pragë (‘Nos hemos formado en Praga’, 2003) y Shqiptarët në kinematografinë botërore (‘Los albaneses en la cinematografía mundial’, 2008). Ha dirigido la primera Enciclopedia de las Artes publicada en Albania.

(Fuente: Impedimenta)
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