Unas amables vecinas le ofrecerán un té al término de su visita
Al internarse por las callejas de Mostar, a la orilla izquierda del
Neretva, casi sin darse cuenta, puede tropezarse uno con la residencia
Bišćević Kuća, una de las casas del período otomano que entregan al
visitante toda su belleza. Belleza no sólo por los recamados que adornan
las piezas textiles que encontramos en la planta noble, con su gran sala
de estar, divanhan, sino por el sosiego que acoge al extraño en ese
patio en el que una mesita de madera, siempre dispuesta para acoger unos
vasos de té para serenar el ánimo. La residencia Bišćević Kuća, aparte
de ser una de las casas más importantes que se construyeron durante el
siglo XVII es símbolo del amor por el paisaje que se domina desde el
amplio mirador.