CASA BALCANES
  Cultura   Serbia 05/03/2012

Entrevista a Clara Usón, autora de “La hija del Este”

Autora: Alicia González

Ana no deja ninguna carta en esa despedida, porque se siente una ostoli, extranjera de sus propias raíces... Los serbios nacionalistas como su padre son deudores de los mitos caducos del rey Lazar y para ella Ratko Mladić es su héroe. Hasta que un viaje a Moscú trastoque a la prometedora estudiante de medicina, la heredera de una estirpe guerrera que pelea por una grandeza perdida.

Ana es “La hija del Este”, siendo él Ratko Mladić, el Carnicero de Srbrenica y el origen de todo, su Sol, el eje en torno al que Ana articula su vida...

Tiene dos acepciones, evidentemente el Este de Europa y también es el monstruo, Ratko Mladić; hay como un juego de palabras ahí. Y ésa es otra acepción que no se me había ocurrido, pero ciertamente la voy a utilizar. Sí, ciertamente para ella es la referencia y lo que de alguna manera le da la vida y también determina su muerte, su modelo absoluto.

Ella tiene podría ser la protagonista de “El corazón de NAPALM” porque como el de esa novela tuya anterior también tiene el corazón a punto de estallar y en cierto modo también es deudora de esas “Perseguidoras” porque se marcha a Moscú en busca de una verdad que le han mantenido oculta o que no ha querido ver.

En “El corazón de NAPALM” las motivaciones de los personajes las determinaba yo, porque eran míos, pero aquí estamos hablando de un personaje de ficción, pero que está basado en un personaje real. Ana fue a Moscú supongo que por salir de Belgrado con los amigos, escapar un poco de esa atmósfera asfixiante en la que vivía, muy familiar. Puede que hubiera algo de eso, pero no me atrevo a decir si de alguna manera estaba deseándolo, porque en el mismo Belgrado había prensa independiente, poco difundida, pero la había y ella conocía las versiones de los otros, pero quizá lo que sucedió en Moscú era que la revelación fue tan tremenda que ese muro de certidumbre que nada podía derrumbar empezó a socavarse, se introdujo la duda. Ella fue desafiando a su padre, eso sí que es cierto –algo de eso puede haber-; su padre no quería que ella fuese a Moscú –quizá su padre tenía un presentimiento- y ella fue.

Se marcha en plena guerra de Bosnia, no es el clásico viaje de fin de curso, porque se va cuando están matando a gente en su país...

De hecho, los Balcanes llevaban en guerra desde el 91, cuando empezó la de Croacia. Lo que es en Serbia, salvo algunas zonas fronterizas, no hubo guerra –padecían sus efectos en la medida en que hubo embargos-, pero las guerras se lidiaron en Croacia, en las zonas fronterizas, en las krajinas, y luego, la guerra de Bosnia la denominaban también la krajina, pues era una zona de serbios en Bosnia-Herzegovina, que la llamaban la República Srpska. Eso lo comento, porque cuando he hablado con serbios para investigar y documentarme me comentaban eso que era una guerra que padecía, pero estaba lejana en la medida en que en Belgrado no se notaba –si que había reclutamientos y había penurias y escasez de gasolina, alimentos, pero no había muertos- y hacían una vida relativamente normal –eso se ve en el libro-. Y en el caso de Ana al ser hija de quien era la guerra estaba más presente –de hecho estaba más presente para ella que para sus compañeros- y eso se ve en el libro, en discusiones que hay. Para sus compañeros la guerra es una especie de pesadilla que no se acaba de terminar y para ella es una causa en la que cree, hasta que empieza a dudar. Fue a Moscú porque no podía ir a ningún otro sitio, porque los serbios en aquel momento eran los enemigos, estaban malditos en Europa –no podían ir a ningún lado- y Rusia era un país amigo.

Eso sigue siendo así, porque para la opinión pública internacional siguen siendo los únicos responsables de esta guerra, aunque como bien retratas todo era mucho más complejo...

Como digo en la novela es porque la historia la escriben los vencedores y cuando uno pierde la guerra, los crímenes se magnifican, con lo cual no quiero minimizar, pero precisamente porque los serbios disponían del ejército yugoslavo que era el cuarto más potente de Europa y el más numeroso podían hacer más daño y lo hicieron y hay que decir que fueron ellos quienes invadieron Croacia y Bosnia-Herzegovina. Las guerras al final acaban siendo como las peleas de niños, ¿quién empezó?, ¿quién hizo más daño?. La respuesta a estas preguntas es los serbios, pero eso no quiere decir que los croatas no cometieran salvajadas, que las cometieron contra los serbios y contra los musulmanes, porque de hecho la guerra de Bosnia –eso se refleja en el libro- fue una especie de pacto entre Serbia y Croacia que, mientras se peleaban estaban repartiéndose Bosnia entre ellos. Fue una eclosión de nacionalismos y dos hubo dos figuras que lo utilizaron, no sé si por fanatismo o por interés personal, o por ambas cosas que eran Milosevic en Serbia y Tudjman en Croacia y la fatal coincidencia al frente de esos países hizo posible que eso sucediera, porque los medios de comunicación todavía estaban muy centralizados, pues era una herencia del comunismo, y en ese sentido cada uno de ellos a su propio país difundía la versión de los hechos que le convenía para enardecer a la gente y convencerles de que los otros son malos, quieren acabar con nosotros, tenemos que atacarlos.

En tu libro hablas de las etimologías que las lenguas balcánicas nos han dejado en herencia: la kravat de los croatas, que los asocia a la parte civilizada y el vampir de los serbios que los asocia a la sangre...

Sí, a aplastadores de cabezas. Todavía ellos mantienen esas rencillas, porque una croata me explicó que tienen un verbo especial para designar a “matar a alguien a culatazos” y ahí es donde ves cómo retratan al otro pueblo. Lo más sorprendente es que son tan parecidos, porque vas allí y no ves diferencia; es lo que decía Danilo Kis, “son los hermanos los que se enzarzan más”. Cuando allí trataba con serbios y con croatas me parecía que tenían mucho más en común que a la inversa, pero ellos andan siempre buscando las diferencias. Y lo cierto es que en la Segunda Guerra Mundial, a diferencia de ésta más reciente, quienes hicieron más daño y cometieron más atrocidades fueron los croatas fascistas. En realidad lo que he querido mostrar en la novela y yo creo que en todas es ahondar en las condiciones de la naturaleza humana y en todo lo que tenemos en común, porque en el fondo que tú seas serbio o croata, español o francés es una etiqueta que te pegan, pero somos todos muy similares. La cuestión es cómo vamos a reaccionar ante determinadas circunstancias; no lo sabemos.

Siendo español uno no tiene más remedio que pensar en las tensiones que están surgiendo ahora en nuestro país, esa exacerbación de los nacionalismos. No sé si siendo catalana contabas la historia de una manera especial, y si el distanciamiento te ha permitido en este caso hablar de algo que a lo mejor padeces...

Esto de acuerdo contigo, porque yo me doy cuenta de que para hablar de las tensiones que tenemos aquí me resultaría difícil, porque me censuraría y según lo que dijera me pondrían a un lado o en aquel, porque en estos casos como son muy pasionales no se admiten posturas intermedias y lo que me sucede a mí es que esta guerra no me interesa. A mí lo de las patrias, ni la catalana, ni la española, ni la francesa. Para mí la nacionalidad es conexión que no funciona, que puede servir burocráticamente, administrativamente, pero no es una verdad eterna y todas esas cosas. Eso es al margen de la novela, pero sí, me interesó, primero el asunto de Ana Mladić y después, cuando al investigar, fui averiguando sobre el contexto, porque darme cuenta de que había paralelismos entre Yugoslavia y España, muchos, porque ellos también salían de una dictadura, la suya de signo izquierdista, la nuestra de derechas, una dictadura que había borrado y modificado la versión del pasado –lo hizo Tito y lo hizo Franco- que luego puedes avivar. También habían prohibido los nacionalismos, más Franco que Tito y cuando mueren los dictadores es justo eso que él ha prohibido lo que la gente reivindica. ¡Aquí podíamos haber acabado igual!

Quizá Tito mantuvo la olla a presión de los nacionalismos creando rencillas entre ellos para conservar un poder omnímodo...

Sí, es evidente y luego hubo un Milosevic y un Tudjman –aquí hemos tenido políticos más o menos afortunados, pero no eso- que son personas que eran conscientes de que estaban llevando a su país o a sus pueblos a la guerra y eso no les arredró, por motivación personal o por fanatismo, pero se hablaban con tranquilidad unos y otros de si hemos de perder tantas vidas. A mí eso me asombra, cuando un gobernante se atreve a jugarse la vida de los otros, ese poder. Y yo ahora más que pensando en las pugnas de los nacionalismos en España que en el fondo los políticos de aquí y de allá muy a menudo lo utilizan por interés propio, se envuelven en la bandera y dicen “están ofendiendo nuestra dignidad” para que nadie hurgue sus vergüenzas –lo hizo el mismo Camps cuando lo de Gürtel en una aparición que hizo con la senyera-.

Sobre todo cuando hay crisis económica...

Pero estoy yendo más allá, a nivel europeo: el discurso patriótico del mismo Sarkozy, que habla del pueblo y para el pueblo y que hay que limitar a los inmigrantes, el señor Putin que hizo un discurso muy encendido hace poco en el que reivindicaba los genes vencedores de la nación rusa y el sueño de los héroes de morir por la patria. Y claro, todo eso eran cosas que decía Milosevic. También un político alemán y consejero del Bundesbank, Sarrazin, que sigue en su sitio publicó el año pasado un libro, “Alemania se desintegra” que fue bestseller en Alemania, donde muy tranquilamente afirmaba que los turcos son genéticamente inferiores a los alemanes, tienen un coeficiente mental que deja mucho que desear, que la mezcla de turcos y alemanes hace que la raza –no la llama aria, pero parece que esté hablando otra vez de los arios- hace que se esté degradando y que además los turcos son taimados, procrean desmedidamente, porque lo que buscan es ocupar numéricamente Alemania y dice, “lo que yo no quiero es que mis nietas lleven velo ni vayan a la mezquita”, el mismo discurso que usaban Milosevic, Mladić y Karadzic para justificar la guerra de Bosnia.

O Plataforma por Cataluña...

O Plataforma por Cataluña... Igual símil, diciendo “hemos de tener cuidado en Alemania, porque nos pasará como a los serbios en Kosovo” donde los abanokosovares superaron numéricamente a los serbios y ahora se han quedado con Kosovo. Ves que eso está pasando y que nadie lo detiene, que vuelve un populismo, una xenofobia, porque como tú dices estamos en una sensación de crisis y hay que buscar un chivo expiatorio y hay que buscar algo que pueda mover a gente y eso es peligroso. Más allá de nuestros conflictos de España yo me pregunto “si esta crisis no acaba de pasar, qué va a ocurrir”.

Cómo llegas al tema de los Balcanes, ¿había una vinculación tuya previa?

No la tenía. Leí el artículo y la historia se apoderó de mí, me impresionó muchísimo, porque es como propia de una tragedia griega: que una joven de 23 años que tiene todo por vivir, tan buenas perspectivas, guapa, simpática, tan querida por su familia y aparentemente sin problemas se quite la vida y con esa pistola que parece que le está..., mas que una inmolación está sacrificándose o lanzando un mensaje a su padre de “me quito la vida par que tú dejes de matar”, quizá.

Está acabando con una estirpe maldita con esa zastava...

Es un acto tremendo que es propio de una tragedia griega, con personajes reales, además el padre sigue aquí, y luego perpetró la matanza de Srebrenica y esa historia se me quedó en la cabeza y en aquel momento no la abordé, primero porque estaba empezando otra novela que fue “Corazón de NAPALM” y después porque pensé que yo no podía emprender esa tarea, porque yo no sabía nada de Serbia, de los Balcanes y eso tenía que hacerlo uno de allí. Pero acabé la novela, me di cuenta de que esa historia seguía esperando que alguien la contara y decidí aventurarme. Empecé a investigar un poquito y vi que tenía que investigar mucho más, que esa tragedia personal no la podía desligar de la colectiva que era el conflicto de los Balcanes, porque tenemos muchos clichés: el avispero de los Balcanes, el polvorín de los Balcanes, los sanguinarios eslavos, que es la frase típica que se utiliza y en cambio es una gente muy civilizada, mucho más culta que la mayoría de nosotros, y que de pronto se vieron metidos en eso, algo que nos puede suceder cualquier día. Y el que fuera tan reciente es lo que todavía hizo que me interesara más, y entonces acabé por viajar allí, por leer todo lo que se podía leer, me hice traducir cosas y ahora me he convertido en una devoradora de todo lo que tenga que ver con los Balcanes. Es cierto que a mí siempre me ha interesado la literatura rusa que también es una lengua eslava, soy una devota sobre todo del siglo XIX, desde Gógol a Turguéniev, Tolstoi, Chéjov, Pushkin, Lermontov... Los leo y los releo y algo de eso hay. Amo el mundo eslavo. Ahora todo lo serbio me interesa.

Incorporas en la novela momentos que podrían ser cómicos si no fuera por drama que esconden como esa tarde entre morteros de la familia Mladić...

Sí, un amigo serbio me comentó que Ana Mladić alguien le había dicho que estuvo disparando morteros sobre Sarajevo y que eso aparecía en un documental, Serbian epics, del que yo había visto parte, pero no entero y tenía que averiguarlo, porque determinaba hasta qué punto podía ser inocente Ana Mladić. Tenía que saber cuanto sabía ella, cuánto estaba metida, por aquello de “cuanto más sepas, más sufres” y me fui incluso a Londres a ver es documental entero en la filmoteca y no salía Ana Mladić para nada, con lo cual yo estaba tranquila y la presentaba como más inocente de lo que luego resultó ser y al pedir que me tradujeran unos libros del serbio sobre ella averigüé que sí, que había estado lanzando morteros no desde Sarajevo, sino desde Treskavica, la montaña, y algunas cosas, esa recreación mía son testimonios de lo que dice su padre. Y claro yo pensé, como vivía ella, porque para hacer esta novela tenía que meterme en la piel de alguien que tenía unas convicciones que no comparto en absoluto, ése era el desafío porque es una nacionalista. Pienso que lo debió de ver como algo así y más adelante se ve cómo rememora eso y cómo cambia la opinión. Leí hace poco que la hija de Churchill que acaba de morir hace poco uno de los recuerdos tiernos que tiene de su padre es cuando en plena guerra mundial la invitó a disparar un cañón sobre los alemanes y a ella le pareció muy bonito. Como se ganó la guerra, los alemanes eran los malos, ella no tenía ningún conflicto ahí, o sea que, depende de quiénes son los buenos y quiénes son los malos está bien o mal disparar un cañón. A las personas, cuando las privas de su individualidad y pasan a ser los serbios, los croatas, los españoles, los franceses, el enemigo, y además con uniforme si lo hay, matarlos es ya otra cosa, es un acto necesario.

Éste es un buen libro para el Día del Padre de una Electra moderna con jaqueca...

¡Qué mala eres...! (se ríe abiertamente). Sigue siendo un enigma, y me parece por su parte valeroso, porque por lo que he visto la hija de Gadafi, la de Himmler o la de Franco, las hijas de los dictadores la elección que hacen es apoyar férreamente a sus padres y negar los desmanes que se les atribuyen, porque vivir de otra manera es muy complicado.

El lema que citas de los chetniks “Sloboda ili smrt” (Libertad o muerte) significa que ante la imposibilidad de ser libre Ana escoge la muerte para no enfrentarse al padre...

Hombre, yo creo que no se atreve a enfrentarse al padre, entre otras cosas por lo que me han dicho porque es una sociedad muy patriarcal la serbia, además ellos eran de pueblo –el señor Mladić era un serbio de pueblo, más patriarcal que...-, pero por otro lado elegir esa pistola no es un acto baladí, tiene un significado. Que eligiera esa famosa pistola con la que su padre iba a disparar solamente para celebrar el nacimiento de un nuevo Mladić. Y que ella le hubiera dicho, “Papá cuando tenga un hijo llevará mis apellidos para que tú la dispares”. Esa pistola que tenía ese significado en esa familia supone que era un mensaje dirigido a él, le estaba diciendo, “me mato por ti, porque no soporto ser tu hija o no soporto lo que haces” y quizá incluso para decirle, “me sacrifico para que dejes de matar”, algo de eso puede haber. Yo creo que Mladić lo que nunca ha entendido y sigue diciéndolo en sucesivas apariciones es por qué eligió esa pistola, a él no le encaja y no lo entiende porque sabe que al elegir esa pistola le estaba haciendo daño a él. Yo no sé hasta qué punto eso fue un acto de huida o de sacrificio y está otra vez la dimensión de heroína griega -“yo me mato para que se acabe esta guerra”-, cosa que desde luego, no consiguió.

Porque Ana no deja ninguna carta en esa despedida, porque se siente una ostoli, extranjera de sus propias raíces... ¿Dónde acaba la tradición en los ilirios, en el campo de los mirlos, en el Sarajevo de Gavrilo Princip? Los serbios son deudores de la mitología medieval del rey Lazar.

Claro si lo miras con una perspectiva de tiempo, desde el inicio de la Tierra, en el fondo 500 o 700 años del mito son muy pocos. El mito es una versión de la historia que queremos recordar, embellecida y es algo que manipulan, manipulan los poderosos para llevarnos por donde quieren. Ella creció como una yugoslava que no pensaba en los ilirios, ni en el rey Lazar, ni creía en la Hermandad y la Unidad; después le cambiaron la cabeza como a todos los demás, su padre era comunista y no era nacionalista y luego hizo ese cambio como todos los demás, porque a nadie le gusta ir contra la corriente, no vaya a ser que me quede solo. A mí lo que más me asombra es lo manipulables que somos y acomodaticios. Yo creo que Ana Mladić lo que tenía al final era un absoluto cacao mental y no sabía a quien creer, porque su padre que era su sol había muerto para siempre y toda su referencia moral y personal eso se había resquebrajado y no había quien lo arreglara. Ella iba a ser médica, porque su padre había querido ser médico, su vida estaba en función de complacer a ese padre que tanto quería.

Para Mladić la principal víctima de la guerra había sido su hija y quizá Ana quiere anticiparse con esa obsesión porque la envíe al frente para compensar los desmanes...

Es cierto que ella le pidió a su padre o eso dice él que ella le pidió reiteradamente que la enviara al frente y había algo de eso de, “voy a intentar hacer algo para reparar esta barbaridad”. Me imagino que en esta situación uno quiere como contribuir a reparar. Su padre le dijo “ya veremos” y supongo que en algún momento comprendió que eso también era inútil, que no iba a servir de nada. Para Ratko Mladić como la gran víctima es su hija, es la única que le preocupa y todas las que ha provocado él le traen sin cuidado y él afirma que su hija fue asesinada, aunque la policía llegó a la conclusión de que era imposible que nadie hubiera entrado en la casa y no había la menor duda de que se había disparado la pistola. En el libro aparece que se llegó a especular con que alguien la hubiera inoculado un veneno que le hubiera trastornado la mente hasta ese punto hubo elucubraciones y según se recoge en sus diarios, dos años después de la muerte de su hija, consultaba a una adivina por qué se había matado ésta. Para él sigue siendo el gran enigma.

El veneno pudo ser ese encuentro del libro con los periodistas internacionales que incorporas...

La verdad, o la otra versión de las cosas, algo le había pasado en Rusia, evidentemente y eso también es un dato histórico el que cuando ella fue a Rusia y volvió trastornada y que en Rusia hay una foto suya con un hombre canoso que nadie sabe quién es, pero algo debió pasar con él en Rusia. Todo eso es verdad, yo lo que he hecho es, con esos mimbres, tejer una ficción.

¿Es más reportaje histórico que novela?

Es novela y hay muchos datos reales y para empezar, todas las atrocidades pues son reales, porque no hay porqué inventarse ninguna y he procurado ser muy cuidadosa, precisamente porque es una guerra reciente, en que lo que fuera toponimia, fechas, hechos, estuvieran contrastados. Muchas cosas que dicen son cosas que dice Mladić y sucesos, pero yo no he tenido más remedio además porque como no se sane qué pasó por la cabeza de Ana, por qué lo hizo, son todo conjeturas y rumores, yo juego con esas conjeturas y rumores y me he inventado una historia y luego hay otra trama ficticia que es la de Danilo Papo que es absolutamente inventada. Están a partes iguales, pero en conjunto es una novela.

Danilo es realmente el que cierra el círculo porque como Ana está ajeno a lo que está sucediendo, pero por su miedo identifica al enemigo en ese viaje iniciático y freudiano que hace a Pale buscando a ese padre al que tampoco tiene mucho interés en encontrar, porque se está jugando la vida. Danilo es un poco los ojos de la víctima...

En él he fundido a varios seres que he conocido que me contaban cómo han vivido la guerra, cómo la pasaron, cuál era su visión de las cosas, serbios que entonces eran jóvenes me contaban que “entonces escapábamos del reclutamiento cambiando los letreros de nuestras calles”. Me enteré cómo era la vida de un joven en Serbia en aquella época y eso lo he encarnado en Danilo, pero al mismo tiempo es un personaje que tiene una parte importante en la novela, en el descubrimiento de Ana de la traición de su padre, en la traición personal, en la muerte de Dragan, y me permite dar un poco la visión de cómo se vivió la guerra desde el otro lado y algo más que es cómo es posible ser neutral o ajeno cuando sucede algo así, porque incluso por pasividad uno puede convertirse en cómplice como sucedió con la comunidad occidental y en ese viaje a Pale en busca de su padre, pues Danilo que procuraba mantenerse al margen acaba metido hasta el cuello.

Esa imagen de Milosevic en su famoso discurso en Kosovo no se percibió en Serbia quizá como algo premeditado, para los medios. ¿Hiciste una investigación sobre el papel de los intelectuales y la prensa en esos tiempos?

Dusan Velickovic me contó que Milosevic lo había amenazado. Yo estaba sentado con él en una de las barcazas que hay amarradas en el Danubio en Belgrado y él me contó que había sido el editor de Nin cuando se publicó aquel artículo y he tratado con muchos más intelectuales. A partir del libro que publicó una amiga mía, Isabel Núñez, “Si un árbol cae. Conversaciones en torno a la guerra de los Balcanes” que son entrevistas con intelectuales serbios, bosnios y eslovenos sobre la guerra. Hay distintas versiones aquí de todo: hay algunos que disculpan a Milosevic, otros dicen que era un manipulador y que sabía perfectamente lo que estaba haciendo y que lo único que le interesaba era el poder, lo que veo también es mucha Yugostalgia y Titonostalgia, el recordar como una época dorada la época de Tito en la que todos vivía mejor. En lo que yo he perseguido no hay una posición homogénea, muy distintas y los hay muy nacionalistas y los que no lo son en absoluto. Yo he hablado con serbios que se quejaban amargamente y también con razón del bombardeo de la OTAN y otros que decía, “menos mal que nos bombardearon, porque así se acabó la guerra”.

Quizá es pronto para que tengan suficiente distancia para analizarlo...

Sí, bueno, no lo sé, claro, todavía los sentimientos nacionalistas son muy poderosos, piensa que Mladić estaba protegido por el gobierno hasta hace cuatro días y todavía es considerado un héroe. Yo no he visto la película de Angelina Jolie, pero sí que sé que en Belgrado fueron diez o doce personas que a los diez minutos abandonaron la sala. O sea que, sí, quizás es pronto y me imagino que a ellos les sucederá como me sucede a mí aquí que tienes miedo de según qué digas por cómo lo van a interpretar, quizá por eso el extranjero tiene más libertad.

Comentabas que como seguidora de Chéjov en esto caso está claro que Mladić era un criminal de guerra sin dejarte llevar por los personajes...

No me cabe la menor duda, Mladić es una mala bestia, aunque en el libro lo que he intentado es mostrar la cara amable de la mala bestia.

Hay un desdoblamiento muy interesante de esos dos generales...

Es que somos así los seres humanos, la literatura sirve para eso, porque el maniqueísmo no nos lleva a ningún lado. Ése señor, pues era un buen padre y adoraba a su hija, pero al mismo tiempo era una bestia y por eso su hija lo quería, era un señor que entraba al cuarto de su hija y llamaba a la puerta, pero no pedía permiso para matar a todos los musulmanes. Esa vidas contradictorias se dan en todos nosotros y Ratko Mladić, si no se hubiera producido esa guerra pues hubiera pasado el resto de sus días como un militar en una provincia yugoslava, como un hombre un poco autoritario, era muy simpático y con carisma y tenía sus cosas buenas y malas y no hubiera matado nunca a nadie.

Tiene una relación muy curiosa con su hijo, porque a Ana la designa como hijo...

Es curioso, el hijo es como una sombra, se sabe poco de él, se sabe eso sí que lo apoya, pero él hablaba siempre de su hija. La llamaba hijo, eso me lo dijo una croata de Bosnia, donde los padres, a los hijas, para demostrarles afecto los llaman hijo. ¡Qué sexista que es aquello!

¿Pero en Bosnia o en Serbia?

En Bosnia, pero eso yo creo que es algo más de pueblo, porque para los de Belgrado los de pueblo son otro mundo. Y los de las krajinas son pueblerinos, paletos y por eso cuando la guerra, esa guerra de Bosnia era una cosa de paletos, locos, lo veían como algo ajeno, que no tenía mucho que ver con ellos. Sí que está claro que era su hija..., del hijo no sé, no he podido averiguar gran cosa de él, pero sé que no fue a la guerra, lo cual es muy llamativo, teniendo en cuenta que su padre era quien era. Yo le atribuyo un asma, que no sé si tuvo, y está siempre como en segundo plano de la favorita de Mladić. Y cuando dijo esa frase famosa, “es la primera vez en muchas generaciones que mi hijo puede conocer a su padre” lo hizo refiriéndose a su hija, porque era lo más. Había esa relación, no creo que hubiera nada de incesto, pero sí muy estrecha de padre-hija, eso lo dice todo, quizá porque era la que descollaba más, la que era muy buen estudiante, todo su orgullo paternal lo tenía depositado en Ana Mladić.

Pensaba en ese dolor de cabeza de ella...

Eso también aparece y es uno de los datos contrastados que ella se quejaba de dolores de cabeza que no había tenido nunca.

Al viajar a Moscú ese champán cabezón soviético acaba con el inat serbio y las historias de ese pasado glorioso y se convierte en una especie de Casandra griega que no ve cumplidas sus predicciones...

Que según me han dicho es una palabra de origen turco, se da esa paradoja. Empieza a dudar que es lo que le cuesta más al fanático, dejar un resquicio, empezar a considerar no como una mentira que es como un arma arrojadiza, sino como una potente alternativa a lo que le dicen los otros, la versión de los otros y en este caso yo creo que fue una mezcla de una traición personal como era el rumor que corría de que el padre mandó a la guerra al novio serbio de Ana porque no le gustaba y éste murió, que es una de las cosas que yo he leído. Y también el descubrir que eso que le contaban a ella de que en Sarajevo sólo morían los malos no era así y que su padre mataba niños, mataba ancianos, mataba mujeres. Yo creo que fue una mezcla de todo eso y creo que tuvo coraje al atreverse a revisar esa visión que ella tenía tan completa y tan clara de la vida que le acabó costando la vida.

¿En los Balcanes hay mucho revisionismo como ese experto en Shakespeare que acaba con la Biblioteca de Sarajevo para eliminar cualquier pasado común con los turcos?

Sí, eso es así. A mí lo que me asombró más de Bosnia-Herzegovina que es precioso, con una paisaje tan bonito cómo pueden bombardearlo, esos bosques tupidos y tan verdes, esos ríos, esos puentes, las montañas. Y otra cosa que me llamó la atención es que los pueblos son todos modernos, no hay como aquí o en Francia que hemos tenido nuestras guerras pueblos que conservan su casco antiguo y su estructura antigua, ahí son todos modernos, pero es que claro, han sido cinco guerras en un siglo y no ha quedado un pueblo en pie, salvo Dubrovnik, eso es llamativo. Hasta qué punto se han llevado por delante la historia, por lo menos la de las piedras y también me llamó la atención que no había un núcleo en los pueblos, una plaza en torno a la que se apiñaran las casas, no había una calle principal, eran como casa dispersar dándose la espalda.

Como las masías del Pirineo catalán...

Me llamó poderosamente la atención.

¿Ha habido algo que te haya costado documentar?

Sobre todo averiguar datos sobre Ana Mladić, porque era un enigma, me he tenido que hacer traducir libros y me he encontrado sorpresas como enterarme de que estuvo disparando morterazos con su padre en aquel picnic y su padre le regaló flores...

¿Llegaste a hablar con la familia?

No, ni quise, por varios motivos, primero por seguridad personal, porque Ratko Mladić es muy peligroso y cuando yo empecé a trabajar en esto aún estaba huido, no estaba detenido y es muy peligroso y además le puede molestar y lo entiendo si saben que yo he hecho una novela con ellos y después porque yo quería escribir una novela, no una crónica y en el fondo ya me iba bien que hubiera esta zona de sombra, porque así podía hacer ficción, sino esto sería una crónica. La verdad de Ana Mladić no la sabremos nunca, vete a saber si en realidad se mató por un disgusto amoroso, no lo sabemos. Ésa es mi Ana Mladić, salvando las distancias, porque por supuesto es mucho mejor autor que yo, Shakespeare con su Macbeth que no tenía nada que ver con el Macbeth histórico.

Lo mismo estaba embarazada de algún amigo bosnio...

No lo sabremos nunca, porque no dejó una carta. Sí que parece que había algo relacionado con su padre, porque había un mensaje para él al escoger esa pistola porque era la pistola que tenía que celebrar la continuidad del linaje y es la que ella utilizó precisamente para acabar con el linaje. Estaba mandándole un mensaje a su padre, no me cabe la menor duda. Un momento importante fue cuando estando en Belgrado el escritor Dusan Velickovic que escribió un diario sobre el bombardeo de Belgrado, “Anima mundi” y me explicó que él había sido el editor de ese artículo que me costó mucho conseguir de Gardar Petrovic y que Mladić le había amenazado directamente. Eso es como estar de pronto en tu novela, porque él no sabía además qué es lo que estaba investigando.

Al final del libro con ese narrador múltiple te permites patinar y hablas de otra novela que no se es una novela en ciernes...

¿La novela donde está Gladis Week? No existe, es un juego. Mi siguiente trabajo no sé cuál será y dudo mucho que tenga a esa señora de protagonista. Me hizo gracia y también era para que quedara bien claro que es ficción, mi versión de los hechos y cuando hay tanta ficción como realidad lo que prepondera es ficción y yo no pretendo que nadie crea que esto sucedió, porque no tengo ni idea; sé que hay hechos que sucedieron, pero es como el armazón, lo demás no lo sé.

Fuente: Entrevista completa, publicada originalmente en versión extractada en Revista Leer (© Todos los derechos reservados)
Pueden completar la información, escuchando el archivo de audio con la entrevista a la autora del programa de RNE "Tiempo de verano"
Cultura de los Balcanes Croacia 09/03/2013

Fine Dead Girls

La intolerancia no siempre es cosa del pasado
Cultura de los Balcanes Cricova 07/03/2013

Entidades colaboradoras:

CUMEDIAE EaST Journal FACE THE BALKANS Oneworld Platform For SouthEast Europe
(*) Bajo la resolución 1244 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.
© Casa Balcanes