La literatura catalana no ha frecuentado mucho la costa dálmata,
ahora bien, poco no significa nada y si buscamos un poco encontraremos
aquí y allá algún autor que ha estado allí y ha dejado su impronta.
Cuando se viaja desde la literatura catalana se ha de consultar la obra
de Josep Pla.
Hay pocos rincones del continente europeo que el escritor de Palafrugell
no haya descrito, y la costa del Adriático oriental no es una excepción.
En "Les beceroles del Mediterrani", libro que Pla escribió según declara
para "promover la curiosidad de mis conciudadanos por este mar", le
dedica un capítulo: "El litoral yugoslavo del Adriático". Es un capítulo
corto en el que describe los puertos del Adriático desde Trieste hasta
Dubrovnik por vía marítima "con un barco cualquiera, porque de lo que se
trata es de cabotaje". No es lo único que Pla dejó escrito sobre
Croacia, en "Les escales de Llevant" sigue toda la costa Adriática
oriental entrando desde Trieste a Pola y bajando hasta Dubrovnik desde
donde pasa después a Brindisi para ir a Grecia: "estas escalas que ahora
publico constituyen el libro de navegación de mi primer viaje a Grecia,
a Constantinopla (ahora Estambul), y Constanza, en el Mar Negro, en
1929)". En este mismo viaje, como el regreso lo hace por tierra, Pla
incluye sus impresiones sobre Zagreb y Belgrado. Una de las cosas que
tengo pendientes es hacer un repaso a su obra completa en busca de más
comentarios sobre la costa de Dalmacia y sobre el resto de Croacia, no
obstante, diría que éstas son las dos referencias más importantes.
"Les beceroles del Mediterrani" está incluido en el volumen 37 de la Obra completa, publicado por primera vez en 1980. Según Lluís Bonada, el libro se escribió alrededor de 1977. "Les escales de Llevant", publicado en el volumen 13 de la Obra completa en 1969 hace referencia, como hemos visto, a un viaje de 1929, aunque el texto de Pla debe estar redactado posteriormente y, de hecho, cuando pasa por Fiume (Rijeka) fecha el retrato de la ciudad en 1938.
En el texto de "Les beceroles" la visión de Pla de la costa
adriática de levante es claramente anticomunista y antieslava. Todo lo
que admira de Dalmacia es austriaco, veneciano o romano o es,
sencillamente, el paisaje: "la impresión general es siempre la misma:
sin la civilización italiana (veneciana) no habría nada: un pequeño
pueblo de pescadores" dice sobre Šibenik. Aquí y allá deja constancia de
los cambios toponímicos. En la Yugoslavia de Tito los nombres oficiales
de los sitios eran los eslavos, en lugar de los italianos (venecianos).
La mirada italiana de Pla ve una eslavización arbitraria, lo cual es una
verdad a medias. Es decir, los topónimos eslavos no se los "inventa"
Yugoslavia, lo que se hace es hacerlos oficiales. La cuestión de los
topónimos en Croacia, de hecho, da fe de la condición fronteriza de ese
litoral. Frontera política y cultural y, por tanto, lingüística. En el
Adriático oriental es donde confluyen los límites de Roma con el mundo
eslavo, el germánico y el turco. Para Pla, que habla desde la
civilización romana, esto parece que pasa desapercibido. Cómo sería la
Yugoslavia de los setenta que vio Pla es algo que no podemos saber (o lo
podemos saber leyendo otros libros), pero sí podemos conocer la
Yugoslavia que él nos quiso transmitir. Pla es como uno de esos
veduttisti italianos que dan siempre la apariencia de exactitud, que se
puede confundir en objetivismo, aunque en realidad nos están dando una
sutil visión propia, idealizada o irónica.
En "Les escales de Llevant", en cambio, el contexto político que ve Pla es otro. En 1929, Croacia formaba parte del reino de los Serbios, Croatas y Eslovenos que, precisamente aquel año, pasaría a llamarse Reino de Yugoslavia (3 de octubre de 1929). Además, la ciudad de Zadar no formaba parte de este Reino, sino de Italia, en virtud del tratado de Rapallo (1920) que hizo oficial lo que era de facto desde 1918. En este texto, Pla da fe de la nostalgia por el imperio austrohúngaro que se sentía en los puertos de Abbazzia en una visita anterior. Abbazzia, en croata Opatija, fue un puerto balneario del lado de Rijeka, de soberanía italiana también a partir de 1920. Dice Pla, sobre la Abbazzia italiana: "El país esperaba la llegada de los aristócratas de Viena y Budapest, pero esta clase, como fuerza económica, había pasado a mejor vida, empobrecida por sucesivas reformas agrarias. Los únicos que llegaba eran los que no interesaban a los italianos: los croatas de las comarcas vecinas".
Más adelante, al hablar del Fiume fascista, comenta: "La gente está
obligada a sentirse cada día más italianísima, más patriota, pero a
medida que crece, ficticiamente, esta temperatura, más cortas son las
raciones alimenticias. Cada vez que gritan "Viva el Duce", se acortan la
correa. Sobre Fiume-Rijeka, años más tarde, vuelve a comentar las
vicisitudes políticas de los años veinte, en concreto, la aventura
fascistoide del poeta D'Annunzio y la proclamación del Estado Libre de
Fiume, entre 1920 y 1924: "Cuando se produjeron los tratados de la
primera guerra mundial, Fiume fue entregada, por razones raciales, a
Yugoslavia. El patriotismo italiano protestó. El poeta D'Annunzio se
apodera de Fiume, con cuatro amigos, en medio de un escándalo mundial.
Se le concede el título de Monte-Nevoso, una montaña de los Alpes
Balcánicos. El presidente Wilson tuvo un gran disgusto -uno de los más
grandes que le produjeron esos tratados. La cuestión produjo dos eventos
de gran relevancia: la retirada de EEUU de Europa y la creación del
fascismo italiano".
Pla, en estos dos capítulos adriáticos describe, además de hacer referencias a la actualidad y la historia política, los paisajes y las ciudades que se encuentra haciendo cabotaje. Me ha interesado especialmente, por razones obvias, lo que escribió sobre la ciudad de Zadar, pero eso lo dejo para el próximo post.
Os dejamos con la expedición de un D'Annunzio siempre dispuesto a tomar las poco poéticas armas del imperialismo
Enlaces de interés: